domingo, 25 de marzo de 2012

Nada más

Y, paradójicamente, si piensas en el futuro te estancas en el pasado. Así comienza esta historia que, quizás, ni siquiera tenga final.

Pablo se levantó una mañana y, mientras lentamente abría los ojos sintió un frío que recorría su cuerpo aunque era pleno Julio, ese frío lo estremeció hasta el tedio y comenzó a llorar. No sabía porque, no sabía como parar, solo conseguía llorar. Recordó cada momento de felicidad, cada sonrisa y cuando aún podía soñar, recordó incluso, la primera vez que alguien le dijo: “Prometo que jamás te voy a dejar”. Luego secó sus ojos con la única mano que tenía libre mientras con la otra sostenía un viejo libro que tenía grabado a lápiz el título: Felicidad.

Llora ahora por los que ya no están
Siente el frío y la soledad.
Llora por tu tristeza, no pares de llorar
sigue tu camino, no mires atrás.
Te has equivocado de lugar,
asúmelo, estas sólo, mañana...
ya ni siquiera estarás

Mientras pasaba lentamente las páginas, dejó de llorar. Arrancó una foto escondida tras dos hojas pegadas y suspiró y volvió a llorar. Pensó en su futuro, en todo lo que le queda por hacer, en todo lo que nunca hará y, mientras su propia soledad le asfixiaba comenzó a andar. No sabía donde ir, no sabe donde irá... Y, de pronto recordó aquel lugar donde lo amaron por última vez, recordó aquel lugar donde quizás si fue feliz de verdad.

Ando horas y horas pero llegó a aquel lugar; increíblemente allí estaba el también, o fue un recuerdo quizás, Pablo no lo sabe bien, y nunca lo sabrá. Comenzó a correr hacía aquel chico casi sin pensar y lo abrazó y lloró aún mas, mientras sus brazos caían sobre sí mismo y todo comenzaba a explotar. Aquel fantasma del pasado reapareció sólo una vez mas, suspirando y comenzando a susurrar: “Adiós querido amigo, no vuelvas, aquí no me vas a encontrar. Este mundo malo me ha derribado ya, lucha tu que puedes, pero no me volverás a encontrar”. Pablo corrió sin parar de gritar y luego comenzó a pensar: “Nada me mantiene aquí, la vida ya no existe, no me aferraré a mi soledad”.



Aquí acaba la historia de Pablo, o no acaba quizás, sin nadie que lo aferre a la vida, pensando en un futuro que lo aferra a un pasado, pensando que ya no quiere nada más. Recuerda como un día fue feliz, luego desata su ira y vuelve a la cruda realidad.