miércoles, 27 de junio de 2012

Aquel día que no decidí cambiar II


“Mientras el sol me sonrojaba la cara, seguí caminando a orillas de la playa con un solo pensamiento. Quién era ese reflejo, porque ya no era yo.” 

Hace días que vengo pensando en que hacer con todo esto, en porque deje de perseguir mis sueños, porque simplemente dejaba todo que entrase y saliese, como si yo mismo no tuviese constancia ni valor en mi propia vida. Mientras el agua recorría mi cuerpo, recordé aquella vez en la que casi me quedo sin nada sólo por luchar en algo que yo creía justo, y siento que ese parte de mi se fue y me dejó solo e inerte ante un mundo que pide lucha y rebelión. Pero no, ese ya no soy yo.



Ya no recuerdo la última vez que luché por lo que quería, no recuerdo la fascinación y el encanto por conseguir lo imposible... Ya no tengo recuerdos, hace tiempo que no peleo por nada. Ahora solo soy otro muñeco mas dentro de la multitud, un pedazo de cielo que pide esclavitud. Y no, no pienso luchar nunca mas, estoy tan cansado a pesar de ser tan joven que cuando me levanto cada mañana mi cuerpo no quiere empezar a caminar, sólo esperar en la cama y descansar, olvidar, y rememorar cada momento de aquel chico que sabia luchar, aquel chico del que no quedan resquicios ya. Y luego vuelvo a recordar cada segundo y cada cicatriz, cada guerra en mi fuero interno que ya no lucha por salir. ¿Quién eres tu? Grité a mi reflejo mientras golpeaba la pared. ¿Quién soy yo? Susurré al oído de un invisible recuerdo que me trajo la paz y luego, comencé a pensar. Recordé cuantas noches escapé de todo y volví a la realidad, cuantos instintos primarios combatían con mi antiguo yo buscado la realidad y ahora, nada, ya no queda nada, solo un recuerdo y nada mas.




Querido yo, si algún día puedes llegar a leer esto, espero que no te hayas ido del todo nunca jamás. Querido yo, si algún día vuelves, quítame esta libertad porque yo nunca la quise y me la diste al irte sin mas.


Con cariño: Nadie.

martes, 26 de junio de 2012

Aquel día que no decidí cambiar


Hoy he visto lo que era. Hoy he vislumbrado lo que ya no soy

No sé si llegar a agradecer lo que hoy de descubierto ser, debería negarme y admirar frente al espejo lo que el mundo ha conseguido hacer de mi pero, lo que hoy contemplas como “yo”, no es mas que una baldía promesa que rompí hace tiempo. Nunca he querido ser lo que soy y nunca he necesitado mirarme al espejo para poder reconocerme, pero hoy, este estúpido e irracional día, he olvidado quien soy y que hago aquí, he olvidado lo que el espejo refleja porque ese, ya no soy yo. Tengo tantas cosas escondidas, he cambiado tanto, que ni siquiera estoy seguro de ser la sombra de aquel brillante futuro que inspiraban mis sueños, que inspiraban mi capacidad de seguir adelante.

Y, para colmo, he tenido que mirar dos veces para reconocerme, para reconocer ese extraño ser lleno de furia y odio contra el mundo que aún esconde algo de compasión bajo sus carcomidas uñas. Aquel cuerpo que me devolvía el espejo comenzó a temblar demostrando que toda la fuerza que ahora poseo no es nada, porque no soy yo, ya no recuerdo ese brillo extraño en los ojos que me hacía especial, ya no recuerdo nada excepto sollozar. Hace tres años nadie me miraba porque era uno mas y, ahora que soy alguien, ahora que mi físico a conseguido hacer posible cada una de las impensables maldades que pasaron por mi pulcra mente, ahora, me doy cuenta que el que no se mira soy yo.


Hace años esto me parecía impensable. Yo sólo era otro niño regordete y no muy guapo de cara que usaba como única arma su moral, sus pensamientos y la distinción contra el bien y el mal. Ahora, después de tantos años he conseguido que la gente me mire al pasar, he conseguido ser aquel chico al que un día tuve que envidiar pero, ¿Dónde están los sueños que perseguía? ¿Dónde están todos esos remordimientos por hacer algo mal? ¿Dónde estoy yo? Porque por mas que miro al espejo y me pongo a pensar, todo lo que recuerdo de mi no existe, todo lo que quise ser un día ya no lo recuerdo y, por mucho que miro mis fotos, he cambiado tanto, que no ya no puedo ser ese chico que prometió seguir siendo correcto y sin maldad, ya no soy Sebi, porque este chico “guapo” lleno de maldad, nunca podrá ser Sebi, nunca jamás.




Porque si tuviese que escoger,
escogería cada recuerdo, cada sentimiento, 
cada momento que me entristeció o,
incluso un día llorando junto a esa triste canción.

Ese dulce dolor que te provoca volver a escuchar su voz


Rose despertó aquella madrugada mientras su hija Kate seguía postrada en el hospital, llena de tristeza, con un triste halo de frialdad que cubría cada centímetro de su joven cuerpo, que no le permitía avanzar. Decidió caminar fuera de la lúgubre habitación mientras las lágrimas recorrían su ahora demacrada belleza antaño exquisita. Y cuando llego a las afueras del hospital empezó a mirar al cielo y a gritar: “Dios, no te la vas a llevar, ¡¿Me estás escuchando?! ¡NO TE LA VAS A LLEVAR! Nunca te he pedido nada y he soportado todo el dolor que me has decidido enviar pero no, esta vez, no te la vas a llevar, no me vas a dejar sola como nos dejaste sin su papá”

Días mas tarde Kate dejó de dar señales de esperanza, incluso dejó de respirar. Rose ya no podía llorar, porque no quedaban lágrimas, no quedaba mas sufrimiento que derramar, y, mientras la despedía con un dulce beso le susurraba a Kate al oído: “Lo siento cariño, te volvía a fallar, se llevaron a papá y ahora a tí también, no cumplí la promesa que te prometí, no te traje al mundo para hacerte sufrir, lo siento, descansa en paz, porque para mí, tu corazón nunca dejará de latir”. Rose aún recuerda como dos años atrás eran una familia feliz, como cada abrazo le procuraba paz, le daba tanta felicidad. Y, ahora está sola y casi tumbada en frente a ese ataúd, mientras los momentos de felicidad se desvanecen, mientras su única esperanza iba siendo enterrada bajo otro puñado de arena más.



¿Han pasado dos semanas, 3 meses o incluso un año quizás? No estoy segura de nada, ya no recuerdo como era la felicidad, porque cada suspiro que doy se desvanece sin nadie a quien amar, sin nada a lo que aferrarme, puedes creer que estoy viva, pero quizás es sólo que la muerte se olvidó de este último suspiro arrebatarme. Clamo al cielo para que llegue pronto, clamo al cielo para que me lleven con ellos y verla sonreír como una vez hizo años atrás.

Dedico este Post a todas las madres como Rose ó Marta que han perdido a sus hijos sin ninguna explicación y, que aún teniendo vida, no encuentran sentido en ellas si no escuchan a sus hijos caminar.