jueves, 13 de diciembre de 2012

No creas en nadie porque al fin y al cabo... No eres nada


¿Alguna vez has sentido la sensación de tenerlo todo? ¿La sensación de tenerlo todo pero no tener exactamente lo que quieres? Todos conocemos esa sensación.

Pides, y pides y pides... No deseas nada porque todo lo que quieres no se puede comprar. Sigues pidiendo y consumiendo como el fuego consume libremente todo lo que a su alrededor está. No eres más que un solitario cuerpo vagando entre un mar de gente que te saluda, te critica o te quiere. Pero tú, insolente ánima perdida en el desierto de la vida, olvidas a todos los que están ahí y la soledad te abruma y te aprieta la garganta con un lánguido nudo invisible que no te deja respirar. Esa sensación extraña, esa sensación que adoras porque es tu única libertad; Y mientras entras en cualquier tienda para derrochar el dinero que de formas poco honestas has ganado, musitas al oído de la muerte que todo lo que tienes no vale nada, que todo lo que posees se perderá. Aquellas efemérides que conmemoran tu nacimiento no son más que el triste sonido del viento dentro de un mausoleo en el que tarde o temprano yacerás sin consuelo.

La codicia acabó consumiendo tus ganas de vivir, tus sentimientos, tu capacidad de sentir... Y ahora estás en mitad de una calle abarrotada de desconocidos mientras luces tu belleza juvenil de la mano de otra persona tan o más guapa que tu, haciendo gala de lo que la genética ha creado y el mundo ha unido, pero... ¿No es esa persona que te abraza y te hace el amor otro desconocido mas dentro de un mundo en el que no sabes ni quién eres? ¿No es una figura esbelta, oscura, desconocida y placentera ese ser que te quiere y no puede vivir sin ti? ¿Es de verdad la persona que quieres? Tienes lo que quieres, pero no lo que en tu fuero interno te haría feliz.

Todo es tan efímero y tan corto que a veces, equívocamente se nos hace una eternidad. Siempre puedes escoger entre el pasajero infinito que tu crees imborrable y el momentáneo bienestar de los precarios y jactanciosos materiales. No importa lo que escojas porque todo acabará muriendo y derramando ríos de dolor púrpura bajo tus pies mientras tú mismo te consumes en el dolor, la desesperación y el tiempo pasado que te devuelve como un puñal cada mal recuerdo de lo que creíste que era amor.

Hemos sido tan corrompidos por lo que nuestro cerebro quiere que acabamos solos, tristes y meditabundos dentro de un océano de desconocidos y, peor aún, llegamos a casa y nos tumbamos en la cama al lado de alguien al que no queremos ni anhelamos, alguien que en el fondo desconoces y que solo quieres por una razón, alguien que perderás, alguien que no quieres pero con el que haces el amor.


A veces deseamos tantas cosas que nuestra felicidad se resigna a ocultarse en el mas humilde y solitario pueblo encubierto entre las colinas a las que nuestra mente pone el nombre de olvido, hipocresía y voracidad. 




Las personas estamos obligadas a tener sentimientos pero a veces, y solo a veces, una persona entre un millón esconde tanto sus sentimientos que cuando quiere volver a ellos... No los logra encontrar.