sábado, 15 de octubre de 2011


Esta es la historia de Marta. Ella está sola en el mundo pues su padre se fue, su madre murió, y, su único recuerdo de felicidad lo encierra con cuidado en un cajón.

Mientras los días pasan ella está  en aquel frío hospital, llena de tubos, agujas y en soledad. Los médicos pasan y no dicen nada, las horas se agotan pero ella sigue sin poder moverse, sin poder respirar, recordando cuando su madre estaba con ella, cuando no conocía el significado de soledad. Ahora está moribunda con esa vieja foto en el pecho, la foto donde su madre vivía, donde el mundo era un lugar de luz que ella aún conocía. Pero no, ya no es así, ahora solo recuerda el último momento en el que gritó: -¡Mamá! ¡Mamá! ¡Despierta! ¡Te necesito! ¿¡Qué hago sin ti?!-. Lo siguiente que Marta recuerda es una lúgubre tarde de Febrero frente a un ataúd marrón, enterrándose en la tierra y ella gritó y la odió, lloró y pataleó mientras su efímera inocencia le repetía sin cesar: _¡Te odio mamá! ¡Te odio porque me has dejado sola! ¡Te odio porque estoy perdida en el mundo malo si tu no estas! ¡¿Cómo te atreves a irte?! ¡¿Cómo te atreves a irte y dejarme tan sola?!-.

Momentos después no recuerda nada excepto la pena y la soledad, entrando por las puertas del hospital, perdiendo la conciencia, perdiendo la felicidad…

Cuando más necesitaba la inocencia ya no estaba
Cuando mas la necesitaba a ella, se despidió sin decir nada
Y, ahora estoy sola y desgarrada, muerta de dolor y rabia,
Y si, la odio por no quererme como para no dejarme sola,
Por no quedarse y acompañarme viendo como las horas pasaban,
Cuando más necesitaba la inocencia ya no estaba
Cuando mas necesitaba la inocencia, mamá se fue sin decir nada.

Segundos después, Marta arranco las agujas de su frágil cuerpo y empezó a correr llegando hasta el centro de su soledad y una vez allí grito mientras golpeaba la fría lápida de su madre: -¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio mamá!-. Tras unos segundos de silencio y susurros volvió a gritar: -¡Te odio mamá! ¡Pero vuelve, por favor vuelve! ¡Te necesito mamá!-.

Y así acaba la historia de Marta, muriendo sola, yaciendo en el suelo junto a la lápida de su madre pero con una diminuta sonrisa en su carita de cristal. Ya nunca volverá a estar sola, ya no volverá a sentir dolor nunca más.





Dedico este texto a mi primo pequeño. Desde que le dijeron que su madre se había ido al cielo, pasa las horas muertas mirando las nubes diciendo: -Mamá me prometió que nunca me dejaría solo así que si se ha ido al cielo, volverá a bajar para no dejarme solito ¿No?-.

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