martes, 26 de junio de 2012

Ese dulce dolor que te provoca volver a escuchar su voz


Rose despertó aquella madrugada mientras su hija Kate seguía postrada en el hospital, llena de tristeza, con un triste halo de frialdad que cubría cada centímetro de su joven cuerpo, que no le permitía avanzar. Decidió caminar fuera de la lúgubre habitación mientras las lágrimas recorrían su ahora demacrada belleza antaño exquisita. Y cuando llego a las afueras del hospital empezó a mirar al cielo y a gritar: “Dios, no te la vas a llevar, ¡¿Me estás escuchando?! ¡NO TE LA VAS A LLEVAR! Nunca te he pedido nada y he soportado todo el dolor que me has decidido enviar pero no, esta vez, no te la vas a llevar, no me vas a dejar sola como nos dejaste sin su papá”

Días mas tarde Kate dejó de dar señales de esperanza, incluso dejó de respirar. Rose ya no podía llorar, porque no quedaban lágrimas, no quedaba mas sufrimiento que derramar, y, mientras la despedía con un dulce beso le susurraba a Kate al oído: “Lo siento cariño, te volvía a fallar, se llevaron a papá y ahora a tí también, no cumplí la promesa que te prometí, no te traje al mundo para hacerte sufrir, lo siento, descansa en paz, porque para mí, tu corazón nunca dejará de latir”. Rose aún recuerda como dos años atrás eran una familia feliz, como cada abrazo le procuraba paz, le daba tanta felicidad. Y, ahora está sola y casi tumbada en frente a ese ataúd, mientras los momentos de felicidad se desvanecen, mientras su única esperanza iba siendo enterrada bajo otro puñado de arena más.



¿Han pasado dos semanas, 3 meses o incluso un año quizás? No estoy segura de nada, ya no recuerdo como era la felicidad, porque cada suspiro que doy se desvanece sin nadie a quien amar, sin nada a lo que aferrarme, puedes creer que estoy viva, pero quizás es sólo que la muerte se olvidó de este último suspiro arrebatarme. Clamo al cielo para que llegue pronto, clamo al cielo para que me lleven con ellos y verla sonreír como una vez hizo años atrás.

Dedico este Post a todas las madres como Rose ó Marta que han perdido a sus hijos sin ninguna explicación y, que aún teniendo vida, no encuentran sentido en ellas si no escuchan a sus hijos caminar.

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