lunes, 24 de diciembre de 2012

Libertad para Condenar


He drenado cada uno de los placeres terrenales fundiéndolos con las fibras de mi cuerpo y ahora que los he probado todos... No sé que oculto, abrupto y lujurioso camino tomar.



Cada gota de sudor que mi piel ha reclamado de un cuerpo que no es el mío, cada lágrima que se desgarra por estos ojos que han visto cientos de actos impuros llenos de serenidad frente al latido de un corazón maldito, cada amanecer chispeante es los labios de otro amante. Todo eso es la vida, la libertad. Todo eso da el placer a su poseedor de sentir el planeta en toda su esencia sin siquiera mirar al rededor. He sido testigo de la pérdida de la inocencia en el pálpito incesante de un ser humano maldito por la lujuria, juntos hemos descubierto las sensaciones que el mundo oculta bajo un halo de cobardía sin redención, un manto llano y extenso del que escapamos para hacernos el amor.

Soy juzgado cada segundo por observadores anónimos que acotan mis actos como si de un burdo vándalo se tratase. ¡Ay amor inconsciente que da soberanía a la quietud! ¡Ay infinito que desprecia mi vida mientras yo desprecio tu acritud! Devuelve el alma de los condenados porque el mundo no tiene salvación, deja la destrucción en mis manos porque yo mismo en un acto de ira lujuriosa puse nombre a la devastación. Qué inquietante la sed de placer, que inquietante la decadencia del poder, y sobretodo, que inquietante la fragilidad de un cuerpo bendito que al pecado acaba de ceder.


Recorrieron sus gélidas manos mi cuerpo cálido y sudoroso mientras gritos y voces exteriores penetraban en sus tímpanos ocultando la realidad que yacía junto a mi cuerpo desnudo la triste noche de abril. Corrió para ocultarse del gentío sin que nadie lo viese salir. Desnudó su propia alma para mostrar lo que nadie en el mundo había sido capaz de imaginar, una maldita condena que encierra la hipocresía de la humanidad, una vieja cadena corroída que se rompería dando paso a la libertad, un mundo apático y jactancioso que se derrumba bajo los cimientos de una antigua sociedad. Dile adiós al mundo que ahora habitas. Dile adiós porque tu mismo lo has destruido con tu falsa alma proscrita.




Recuerda que no hay mayor maldito que el que a sí mismo se maldice. Recuerda que la salvación está en la libertad de tu cuerpo, la redención te la dará tu propio corazón. No busques falsos ídolos para ahogar tu culpabilidad porque todo lo malo que hayas hecho, alguien en el mundo lo habrá hecho ya.

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